Después de una salvaje maratón de orgasmos, un hombre descubrió que su silla de ordeño había arruinado su capacidad para alcanzar el clímax. Incapaz de encontrar una cura, se volvió hacia un médico pervertido para pedir ayuda. El médico, un desviado con afición por los hombres lactantes, vio esto como una oportunidad para una experimentación retorcida.